El Cantar del Mio Cid

El Cantar del Mio Cid es el primer monumento de la literatura española que ha llegado hasta nosotros, se cree que fue escritó sobre el año 1140 pero desconocemos al autor original. El cantar es pertenece al género de la poesía épica castellana y se conserva en un manuscrito único copiado por un tal Pedro Abad en el año 1307, por desgracia para realizar este trabajo este hombre se sirvió de un antiguo manuscrito del poema que no era el escrito original. Para agregar otra desgracia, con el paso del tiempo se perdió una hoja del comienzo del poema y dos del interior del códice.
Por suerte en el mismo siglo que vivió Pedro Abad existió la denominada Crónica de Veinte Reyes de Castilla, en la cual se prosificó nuestro poema para incorporarlo a la narración del reinado de Alfonso VI. Gracias a esto podemos conocer las partes perdidas de la copia de Pedro Abad y completar el poema.

El Cantar del Mio Cid narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar desde que su rey, Alfonso VI, le desterró de Castilla, hasta la venganza del Campeador contra los infantes de Carrión. Entre medias podremos observar al Cid reconquistando ciudades moras, intentando recuperar el perdón de su rey, traiciones por envidia, luchas por el honor y mucho amor a Dios, a la familia y a la patria. Este poema se divide en tres partes que observaremos a continuación, cada una de las partes se distingue porque se resalta un objetivo concreto.

Cantar I: Destierro del Cid (versos: 1 - 1084)

Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, es enviado por su rey Alfonso VI a cobrar las parias que los moros de Andalucía pagaban a Castilla. Al hacer esta recaudación de tributos, el Cid tiene un encuentro con el conde castellano García Ordoñez, a la sazón establecido entre los moros, y le prende afrentosamente en el castillo de Cabra. Cuando el Cid vuelve a Castilla es acusado por envidiosos cortesanos de haber guardado para él mismo una gran parte de las riquezas de las parias, por lo que el rey decide desterrarlo. Álvar Fáñez, junto con otros parientes y vasallos del héroe, se van con él al destierro.
El Cid parte de Vivar hacia Burgos donde encuentra malos agüeros tras observar a una corneja en el camino. Una vez en la ciudad nadie quiere hospedar al héroe debido a los castigos que impuso el rey a quienes lo ayudaran, por lo que este se ve obligado a acampar fuera de la población. Martín Antolínez ayuda al Cid entregandole víveres y con su ayuda consiguen engañar a dos judios burgaleses para que el Cid reciba dinero con el cual salir de la pobreza en la que estaba.
El Cid sale de Burgos y se dirige a Cardeña para despedirse de su mujer, que, con sus dos hijas, las cuales aún son muy jovenes, está refugiada en el monasterio de dicha localidad, y al dejarlas ahí abandonadas el héroe le pide al Cielo que le conceda poder llegar a casa con aquellas niñas y poder gozar algunos días de felicidad familiar.
El plazo del destierro apremia por lo que el Cid debe acortar su despedida para poder tener tiempo de salir de Castilla a jornadas contadas. Además, tiene otra preocupación que también le aterra, la de que una vez en el destierro sea capaz de proteger su vida y la de todos aquellos que le acompañan.
Los éxitos del desterrado al principio son penosos y lentos. Primero gana dos áreas moras, la primera es Castejón, en la Alcarria, y Alcocer, a orillas del Jalón, además, al finalizar dichas conquistas se las vende a los propios moros. Al pasar el tiempo se va internando más en territorio musulmán, y termina haciendo su tributaria a toda la región desde Teruel hasta Zaragoza. Mientras tanto el Cid envía a Álvar Fáñez con un gran presente, entre los que se cuentan treinta caballos, para el rey Alfonso VI, el cual aunque no decide perdonar al Campeador, si lo hace con aquellos que le acompañan.
El desterrado prosigue con su avance sobre las montañas de Morella y sus tierras vecinas, las cuales estaban bajo protección del conde de Barcelona don Ramón Berenguer II, esto provoca que estalle la guerra entre ambos y el Cid sale victorioso, pero termina dejando en libertad al conde catalán después de que este permaneciera tres días en prisión.

Alfonso VI desterrando al Rodrigo Díaz de Vivar

Cantar II: Bodas de las hijas del Cid (versos: 1085 - 2277)

Desde las mismas montañas de Morella, el Cid se atreve a conquistar las playas del Mediterráneo, entre Castellón y Murviedro, llegando en sus correrías hasta Denia y logrando, al fin, tomar la gran y prestigiosa ciudad de Valencia.
El rey moro de Valencia quiere recuperar la ciudad pero es derrotado nuevamente por el Cid. Del botín de esta victoria, nuestro héroe decide enviar a Álvar Fáñez con cien caballos a modo de regalo para el rey Alfonso VI, con el objetivo de que este permita a su mujer doña Jimena y a sus hijas doña Elvira y doña Sol vivir con él en Valencia. Mientras tanto el Cid se encarga de establecer solidamente el cristianismo en toda la zona, y nombra allí obispo a un clérigo, tan letrado como guerrero, llamado don Jerónimo.
Álvar Fáñez regresa, tras el permiso del rey, a Valencia con la esposa e hijas del Cid. Rodrigo las recibe con grandes alegrías y les muestra desde el alcazar la extensión de la ciudad conquistada y la riqueza de sus huertas.
El rey de Marruecos, Yúcef, quiere a su vez recobrar Valencia por lo que cerca la ciudad, sin embargo el Cid lo derrota. De esta victoria, el héroe envía doscientos caballos al rey Alfonso VI, siendo Álvar Fáñez el encargado de entregar este regalo. Como el Cid no para de enviar tan repetidos y ricos presentes a su señor, aumentaba la admiración en Castilla hacia su persona, sin embargo también aumentaba la envidia del conde García Ordoñez que fue vencido en Cabra, como también despertaba la codicia de unos parientes del conde, los infantes de Carrión, los cuales querían casarse con las hijas del Campeador para enriquecerse. Los infantes proponen esta idea del matrimonio con las hijas del conquistador de Valencia y al rey le parece un casamiento muy beneficioso para ambas partes, por lo que le propone a Álvar Fáñez que se lo comunique a su señor.
El rey y el Cid se encuentran a orillas del Tajo y el primero decide perdonar solemnemente al desterrado, a su vez el Cid accede a casar a sus hijas con los infantes de Carrión, pues aunque le repugna el orgullo nobiliario de los novios, no quiere negarse a la petición del Rey, por quien tanta veneración siente. El Cid se vuelve a Valencia con los Infantes y ahí se celebran las bodas, donde se realizan misas, se entregan bendiciones, se celebran fiestas por quince días y se entregan los regalos a los convidados.

Casamiento de las hijas del Cid

Cantar III: La afrenta de Corpes (versos: 2278 - 3731)

Un día el león del Cid se escapa y provoca que los infantes de Carrión huyan atemorizados y creen un gran escandalo. En ese momento Rodrigo Díaz se despierta y descubre cual es el motivo de tanto revuelo, finalmente encuentra al león y el animal se acobarda al verle, entonces el Cid procede a coger al león por el cuello y lo arrastra hasta su jaula. Tras ver esta hazaña todo el público queda asombrado a excepción de los infantes de Carrión, los cuales quedan avergonzados.
El rey Búcar de Marruecos intenta recuperar nuevamente Valencia y durante la batalla los infantes de Carrión vuelven a mostrar una gran cobardía. El Cid, tras ganar la guerra y matar a Búcar, se siente en el colmo de su gloria pues ya no es el pobre desterrado que un día llego a ser, ahora se halla rico, poderoso y temido, piensa someter a tributo todo Marruecos y hasta se enorgullece de sus nobles yernos cuya cobardía ignora.
Los infantes avergonzados por su falta de valor sufren muchas burlas que no pueden aguantar, por lo que planean vengarse de su suegro afrentándole en sus hijas, por lo que le piden permiso al Cid para irse con sus esposas a Carrión. El que en buena hora nació, sin sospechar la maldad de los infantes, accede y les da permiso para irse con sus hijas a Carrión, despidiendolos con grandes riquezas. Al terminar de despecirse el Cid siente su ánimo abatido por los tristes presentimientos y malos agüeros que observa.
Antes de regresar a Valencia el Cid había enviado a Félez Muñoz, su sobrino, a acompañar a sus hijas a Carrión para ver las heredades que les iban a ser dadas. Viajan hasta Molina y ahí encuentran al moro Abengalvón, un viejo amigo del Cid que al enterarse de quienes son los trata con los mayores honores y decide acompañarles una parte del camino, por lo que los infantes planean matarlo, pero el moro se da cuenta de esto y se aleja amenazandolos. Para cuando entran en el reino de Castilla Félez Muñoz se había adelantado y los infantes deciden pasar la noche en el robledo de Corpes. A la mañana siguiente los infantes deciden torturar a sus mujeres ignorando sus suplicas y las abandonan en el bosque semidesnudas y dandolas por muertas.
Félez Muñoz sospecha de los infantes y decide regresar, al descubrir a sus primas las socorre y envía las nuevas al Cid. Rodrigo, al enterarse de la deshonra, envía a Álvar Fañez a recoger a las hijas abandonadas y despacha a Muño Gustioz para que pida al rey justicia.
El rey Alfonso VI, condolido, convoca su corte en Toledo. A ella acuden los infantes de Carrión de mala gana pero confiados por tener un gran renombre entre sus parientes, los cuales están encabezados por el conde García Ordoñez. El Cid llega a Toledo el último. Al comenzar la corte, el Cid expone sus agravios y pide la devolución de las espadas Colada y Tizón y la devolución de la dote de sus hijas, a ambas cosas los infantes acceden. Finalmente el Cid demanda una tercera vez, en la cual pide reparar su honor mediante una lid. En vano los infantes se alaban de su conducta mientras desprecian a las hijas del Cid hijas y las tratan de indignas de emparentarse con nobles de su categoría. El Cid contesta a García Ordoñez recordandole su prisión en Cabra y decide ignorar a los infantes, pues son los parientes del Campeador los que les echan en cara su cobardía y retan de traidores.
Dos mensajeros entran a la corte para pedir la mano de las hijas del Cid por parte de los infantes de Navarra y Aragón, donde se convertirán en reinas. El rey Alfonso VI accede a tan honroso casamiento y reanuda el reto interrumpido, ordenando que la lid se lleve a cabo en las vegas de Carrión.
Finalmente, en su misma tierra, los infantes quedan derrotados por los del Cid y declarados traidores. Por otra parte, las hijas del Campeador celebran su segundo matrimonio, el cual es mucho más honroso que el primero, pues gracias a este los reyes de España se hicieron parientes del héroe de Vivar.

Afrenta realizada por los infantes de Carrión a las hijas del Cid

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Mi nombre es David Martinez y soy un chico de 18 años que vive en Tudela, localizada en Navarra, España. Entre mis aficiones podemos encontrar la naturaleza, el baloncesto y la mitología entre otras muchas cosas siendo esta ultima la responsable de que haga esta página web, con la intención de dar a conocer las fascinantes historias y personajes que habitan en los libros, sin necesidad que haya mitos en ellos. Además de querer incentivar la lectura, otra mótivo por el cual he creado esta página es para conservar ciertos generos que he notado que están cayendo en el olvido.

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