Cuentos propios

El último lobo

Le atravesé el pecho con la espada, no la saqué, no quería finalizarlo.
- Ya casi ha terminado... - Vesemir me agarró la cabeza para que le mirara a los ojos, me hablaba con dificultad.- Tu fuiste el motivo por el que deje de consideraros mis alumnos y empecé a veros como mis hijos. Gracias por convertirme en padre...
Saque la espada y la tiré, le sujetaba la cabeza con la mano derecha mientras lo abrazaba con la izquierda. Fui descendiendo lentamente hasta depositarlo en el suelo, no quería que se hiciera daño, aunque sabía que ya no podría sentirlo. Sus ojos estaban abiertos pero no veía nada, su boca también estaba abierta pero ya no me hablaba... parecía que seguía vivo pero ya no lo estaba. Fue abrumador sentir que ya no podría acudir a él cuando la situación me superase, que no volvería a ver su expresión de orgullo cuando tomaba la decisión correcta o que no volvería a sentir la calma que me brindaba su mano apoyada en mi hombro cuando había perdido a alguien, porque ahora era él a quien había perdido.
En ese momento vi como una gota de agua caia en su frente, luego otra cayó en su mejilla y otra más volvió a caer en su frente. No me dí cuenta de que eran mis lagrimas. Aún no era capaz de aceptar que no volvería a pasar un invierno en Kaer Morhem junto él. Me acordé de cuando nos entrenaba de pequeños en el patio de armas y se aseguraba de que ninguno volviera sin heridas a su cuarto, o de cuando nos obligaba a recitar capítulos enteros mientras repetía "los conocimientos son los que mantienen vivo a un brujo, no sus espadas". Sin embargo, cambiaba completamente durante las clases de alquimía, de cierta forma era poético ver como una persona tan gruñona trabajaba tan placidamente con toxinas. Aunque su parte favorita siempre fue el explorar el bosque para recolectar plantas y minerales, supongo que de él fue de donde pille ese gusto a pasar tiempo en la naturaleza. Además, me acordé que cuando tocaba regresar a la fortaleza, acostumbraba a mandarnos a Eskel y a mí a por Lambert, el muy idiota siempre se perdía y se metía en líos. Esos recuerdos me sacaron una sonrisa, fue agradable por un momento sentir esa sensación, una pena que se borrara tan deprisa cuando recordé que Eskel y Lambert yacían muertos a unos metros detrás de mí...