Esta sección la voy a dedicar a escribir mis propios relatos y cuentos cortos, a lo largo de mi vida he tenido la intención de plasmar mis propias historias en algún sitio, y no se me ocurre un mejor lugar que mi propia pagina personal. De más joven me había animado a escribir algún breve relato en papel pero nunca explote esta faceta. Tengo la intención de a aprovechar esto para ir escribiendo pequeños cuentos que puedan leerse de manera rápida y amena, una idea similar a lo que se realizó con los dos primeros libros de Andrzej Sapkowski, "El último deseo" y "La espada del destino", en la saga de Saga de Geralt de Rivia, donde dentro de una narración principal se van incluyendo diversos relatos que estan, de una manera u otra, enlazados.
La mayoría de los cuentos que mi cabeza inventa estan fuertemente influenciados por la Edad Media, la fantasía y las mitologías. La naturaleza también es un tema que me fascina y las costumbres y tradiciones europeas las suelo tener, de igual forma, muy presentes. Ya he mencionado que una de mis sagas favotiras es la escrita por el autor polaco, pues recoge prácticamente todos los temas que me llaman la atención y los desarrolla de tal manera que no puedo sentir otra cosa que no sea admiración. Aún así, también me he visto influenciado por otras obras literarias como podrían ser "Los pilares de la tierra", donde aprendes como erá la vida diaria en épocas antiguas, o la "Edda menor" y la "Edda mayor", que en conjunto con otros libros que profundicen en la sociedad escandinava, te ayudan a entender la sociedad de la época y su cultura desde su propia perspectiva. Para finalizar, entre muchos otros libros de fantasía, también me gustaría destacar otro género literario como podría ser el manga, donde existen grandes obras como "Vagabond" o "Berserk" que han causado un fuerte impacto en un gran número de personas, entre las cuales me incluyo.
- Toma, aquí tienes. - Dijo Idunn mientras le entregaba la manzana de la juventud a Njord.
- Gracias cielo, el mar puede ser cruel y mis viejos huesos se resienten.
- Es verdad, tu mar hunde barcos y tu viento tumba casas, pero también han traído abundancia y prosperidad a estas tierras, por eso para su gente significas esperanza.
- ¿Cómo no? Tú siempre tan positiva, pero no olvides que la vida debe mantener un equilibrio, y por desgracia Urd no tiene favoritos.
- Y tú tan quejica como siempre. Puede que las nornas tejan nuestro destino, pero somos nosotros los que construimos el camino, así que no te vendría mal aprender a disfrutarlo un poco más.
- Puede que tengas razón. - Decía Njord mientras sonreía.- Ha sido agradable volver a verte, pero se hace tarde y debo irme. Además, creo que hay alguien que quiere verte.
Njord se terminó de despedir de ella y tomó rumbo hacia su palacio Nóatún, en la costa de Asgard, donde el romper de las olas y el canto de las gaviotas era lo único que le ayudaba a conciliar el sueño. Por su parte, Idunn se llenó de alegría cuando vio una figura familiar acercarse por su costado. Era su esposo, Bragi, quien tenía la costumbre de acompañarla en esas horas a su momento favorito del día.
- ¿Lista para el banquete? - Soltó Bragi nada más llegar.
- Si tú supieras... - Le contestó ella antes de darle un beso de bienvenida. - Me muero de ganas por probar lo que sea que haya cocinado hoy Andhrimnir, el otro día se lució con la carne de jabalí.
- A mí lo que me apetece es hundir mi cuerno en el caldero y llenarlo de hidromiel.
- Pues será mejor que no te pases si planeas recitar todos tus poemas. - Bromeó Idunn con una sonrisa burlona. - No queremos que los cantes en otro idioma.
- Nunca subestimes al mejor de los escaldos, querida, no querrás que en mi próximo concierto suene una balada de aquella vez cuando te encontramos perdida en la montaña. - Le respondió devolviéndole la misma sonrisa burlona.
- ¡Oye! Eso es jugar sucio, sabes que eso nunca ocurrió. A todo esto, ¿de qué temas tienes pensado hablar?
- Aún lo estoy decidiendo, creo que comenzaré con una poesía que enaltezca el valor en la batalla para motivar a los guerreros, pero también tengo otras cosas en mente.
- Bueno, sea lo que sea estoy segura de que nos animarás la noche, siempre lo haces.
- Gracias cariño, siempre sabes que decir, por eso me casé contigo.
Idunn se aferró suavemente al brazo de Bragi, disfrutando de aquel momento de armonía. Y así continuaron ambos, manteniendo aquella agradable conversación, apreciando la compañia del otro mientras el sol se ponía en el horizonte, tiñendo los cielos de Asgard con tonos dorados y anaranjados. La brisa estival jugueteaba con los cabellos de Idunn mientras la risa de Bragi se iba mezclando con las que provenían del Valhalla, cada vez más intensas con cada paso que daban.
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Tras cruzar la antigua verja Valgrind accedieron al recinto. El bello árbol Glasir iluminaba el jardín con el brillo rojizo de sus hojas, y un águila esbelta sobrevoló el lugar hasta posarse en las ramas del viejo fresno Léradr, cuyas hojas estaban siendo mordisqueadas por un hambriento ciervo. Atravesaron un pequeño puente, construido para sortear un fino arroyo que atravesaba el área, y cuya fuente de origen provenía del goteo ininterrumpido de las congeladas astas de aquel mágico ciervo. No tardaron mucho en llegar frente a las pesadas puertas del palacio, custodiadas día y noche por un temible lobo gris que ya estaba familiarizado con la presencia de la pareja.
Las puertas se abrieron y ambos accedieron al gran salón, no importaba cuantas veces hubieran estado allí, siempre necesitaban un momento para acostumbrarse a la majestuosidad del lugar. El suelo estaba plenamente construido de oro, tan puro y reluciente que iluminaba toda la sala con el reflejo del fuego que emanaba de las lámparas. Los einherjar, aquellos valerosos guerreros caídos en batalla, se encontraban por todas partes celebrando y vociferando junto a sus viejos compañeros con los que habían compartido tantas batallas en vida, y ahora lo seguirían haciendo en la muerte. Por su parte, la estructura y decoración del lugar parecía querer honrar aquella violenta vocación; unas robustas lanzas hacían el papel de columnas y sujetaban el peso del tejado, cuyas tejas habían sido sustituidas por escudos de guerra, los asientos estaban decorados con cotas de malla y los escaldos recitaban odas e himnos de batalla.
Los comensales enseguida se dieron cuenta de la presencia de los recién llegados, y de un momento para otro, ya les habían servido su correspondiente cuerno rebosante de hidromiel a cada uno de ellos. Idunn no paraba de recibir halagos por doquier, mientras Bragi intentaba zafarse, con poco éxito, de los que le pedían con insistencia que animara la velada con uno de sus poemas. Tras unos intensos minutos rodeada de la multitud, y con un poco de ayuda de las valquirias, Idunn pudo librarse del gentío y llegar a una zona más tranquila, al mismo tiempo que una música comenzó a sonar acompañada de una melodiosa voz:
Los cisnes del tuerto sobrevuelan la llanura,
El teñidor de espadas regresa al alce marino,
El rocío de la herida cubre la vibora de hierro,
La tormenta ha fracturado muchas piedras del brío.
El potro de la ola debe alcanzar su hogar,
El devorador de barcos es el próximo desafio,
Los escaldos cantaran del quebranto de escudos,
La gloria y fama espera al señor de anillos.
- Parece que él no ha tenido tanta suerte como tú. - Le dijo alguien que se había sentado a su lado.
- No te preocupes por él, Freyja, a Bragi le encantan estos momentos de las fiestas. Yo creo que ha estado esperando todo el día para poder cantar sus poesías.
- Eso parece. Además, ha comenzado con una bélica, fíjate lo contentos que se están poniendo los chicos. Pero mejor para mí, así me los quito un poco de encima. Cuando no están peleando están comiendo, y cuando no están comiendo, están intentando impresionarme.
- Te compadezco, debe ser agotador, pero es el precio a pagar por ser tan bella, ¿no?
- Dímelo tú, que sé que también tienes algún que otro admirador por la zona. - Contestó con una sonrisita Freyja.
- Puede ser. - Dijo riendo. - Pero por suerte tengo a Bragi cerca de mi y me suelen dejar en paz.
- La suerte que tienen algunas... Mira a mi Odr, otra vez se ha ido de viaje y hasta dentro de dos semanas no vuelve a casa. - Era pensar en los largos viajes de su marido y se le cambiaba la cara. - Pero mejor cambiemos de tema que si no me enervo. ¿Qué me cuentas?
- Hoy he visto a tu padre.
- ¿Cómo está?
- Agotado, pero sigue resistiendo. Tenemos mucha suerte de tener a alguien como él controlando el mar, pero creo que debería descansar un poco más.
- Njord siempre ha sido así. Nunca le han gustado las fiestas y las aglomeraciones. Cuando éramos unos críos le gustaba llevarnos a mí y a Freyr a las playas de Vanaheim. Nos enseñó a navegar, aprovechar las corrientes a nuestro favor, identificar las estrellas y a conectar con la naturaleza.
- ¿Crees que eche de menos su tierra? - Preguntó Idunn con cautela, no sabía como le sentaría el tema a Freyja.
- No lo sé, quizás lo haga. - Ella se dio cuenta de la preocupación de Idunn y le mostró una sonrisa tranquilizadora. - Pero tú no te preocupes tanto, confía en mí, el adora Nóatún. Siempre está observando los barcos o paseando por la arena, fíjate en lo suaves que tiene los pies, Skadi puede dar fe de ello.
- Cierto. - Ambas estallaron de la risa. Tras unos segundos, Idunn pudo recomponerse y le comunicó que le había entregado una manzana a su padre y que ya se encontraba mejor.
- Muchas gracias por eso, no se que haríamos sin tí.
- Ni lo menciones.
- Pero es la verdad. Si algún día nos faltaras nos quedaríamos sin fuerzas.
- Deja de aludarme tanto, pareces uno de mis admiradores. - Rió.
- Puede que lo sea, querida. - Dijo Freyja con una carcajada. - Pero hablando de manzanas, ¿has visto el banquete?
En medio de la sala había una descomunal mesa repleta de comida; el salmón ahumado, los panes crujientes y el queso maduro estaban a disposición de todo el mundo, aunque el sabor de la carne de ganso y jabalí se llevaban toda la fama, sobre todo cuando los acompañaban con una buena jarra de vino e hidromiel. El olor de la carne recién asada inundaba el salón, y las valquirias se desplazaban de un lado a otro sirviendo bebida a los invitados.
Fue entonces, mientras contemplaban el panorama, cuando apareció Odín por una de las gigantescas puertas del palacio acompañado de dos lobos. Se tomó un momento para observar la escena y, poco después, su mirada chocó con la de Idunn, a quien le dió la bienvenida desde la distancia con una suave inclinación de cabeza, para acto seguido dirigirse hacia su trono. Era un señor de apariencia anciana, su larga barba blanca y su bastón así lo demostraban. Vestía una túnica gris cubierta con una capa del mismo color, y en la cabeza acostumbraba a llevar un sombrero ancho y caido que le daban un toque místico. Pero era su mirada, dura y penetrante, lanzada a través del único ojo que le quedaba, y su rostro marcado por arrugas y recuerdos de antiguas batallas, lo que infundían miedo y respeto a cualquiera que osara mirarle al rostro. Una vez se sentó el Padre de Todos, dos cuervos negros se posaron en sus hombros y se acercaron a sus oidos.
- Ahí están Hugin y Munin contándole todos los cotilleos que han descubierto durante el día. - Comentó Frejya.
- Ya te gustaría a ti enterarte de todo lo que sucede aquí, envidiosa. - Respondió Idunn con una sonrisilla.
- Y no me escondo la verdad. - Ambas rieron, pero la conversación fue interrumpida por los siguientes versos:
Poseo un botín que antaño capturó el ladrón alado,
Un tesoro que alberga el remedio de todos los males,
El embustero hijo de Farbauti, por fin, corrigió su error,
La vitalidad no volvió a abandonar estos lares.
- Parece que este poema va dedicado a tí. - Comentó alegremente Frejya.
- Son esos pequeños detalles que tiene conmigo lo que me encanta de él. - Dijo con una sonrisa. - Ahora disfrutemos de la fiesta.
- Te tomo la palabra. Ahí están Sif y Hilda, vayamos a saludar.
Ambas diosas se acercaron a las otras y comenzaron a hablar, no tardaron mucho en unírseles Sigrúnd y Nanna. Por su parte, Thor estaba compitiendo contra un grupo de einherjar a ver quien bebía más, mientras Baldur se había unido a Bragi en su recital de baladas. En una esquina más tranquila, Tyr, Forseti y Vidarr discutían sobre el significado de la justicia. Y al fondo del todo, sentado en su trono, Odín lo observaba todo.
La música seguía sonando y los cuernos de hidromiel pasaban de mano en mano, mientras las voces de los escaldos resonaban con fuerza por todo el Valhalla. Así continuó la velada. Algunos se hinchaban a comer y otros se emborrachaban con la bebida, incluso un grupo de einherjar comenzó una disputa que decidieron terminar cuando Thor propuso unirse a la pelea. Hubo reencuentros, canciones y brindis en todo momento; los unos hablaban con los otros, contaban chistes y recordaban aventuras. Hasta Odín, quien solía ser más serio, no pudo negarse a contar una anécdota que le había pedido su esposa Frigg, fue tan inesperado el suceso que muchos de los invitados dejaron sus propias conversaciones a medias para escucharle narrar la historia. La alegría se hacía presente en el ambiente, todos disfrutaban y se divertían bailando. La noche no podía ser más perfecta.
Entonces, un soplo de aire helado se deslizó entre los pilares del gran salón. No fue más que un susurro en la inmensidad del banquete, apenas lo suficientemente fuerte para hacer titilar la llama de una lámpara y provocar la caída de una manzana de la mesa. No fue más que un detalle insignificante que nadie notó, una minucia a la que nadie le dio importancia, continuando así con el jolgorio de la fiesta. Nadie, salvo Odín, cuyo semblante cambió. Parecía que, en algun lugar de su mente, una sombra se había instalado y no le dejaba pensar con claridad. Pasado un instante volvió a alzar su mirada, observando el festín y a sus alegres invitados, pero sus labios permanecieron sellados hasta el final del banquete.
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Con los primeros rayos de sol, el canto del dorado gallo Gullinkambi resonó por todo el palacio. Su eco rebotaba por todos los salones, despertando a sus residentes y dándoles la bienvenida a un nuevo día. Bragi fue el primero en abrir los ojos, su mirada aún estaba empañada por los vestigios del sueño. Idunn, a su lado, se removía entre las cálidas pieles de carnero que cubrían la cama. Ambos estaban hospedados en una acogedora habitación que, gracias a sus frecuentes visitas, el Padre de Todos decidió reservar para ellos.
- Parece que Gullinkambi ha decidido que ya hemos dormido suficiente. - Comenzó Bragi tras desperezarse.
- Por favor, haz que se calle. - Suplicó Idunn. - Es demasiado pronto para levantarse de la cama.
- Mirate ahí, que no puedes ni con tu alma. ¿Quién diría que hace unas horas estabas bailando sin parar?
- Sinceramente no se como lo haces. Te pegas toda la noche cantando, yendo de un sitio para otro, pero luego te levantas como si hubieras dormido durante horas y más fresco que una rosa.
- ¿Es envidia eso que escucho? ¿O acaso estoy percibiendo unas notas de admiración en tus palabras? - Dijo Bragi con una sonrisa pícara.
- Callate anda. - La diosa no tenía muy buen despertar y su esposo lo sabía, pero no podía evitar chincharla un poco, lo llevaba en la sangre.
Idunn se incorporó y poco después se puso en pie. Iba descalza por la habitación, le gustaba la sensación de caminar sobre las sedosas alfombras que decoraban la estancia. Se dirigió al fondo del cuarto, donde un biombo decorado con pasajes míticos ocultaba una tina de plata repleta de agua. Se metió de golpe, la temperatura era perfecta y disfrutó de ese agradable momento todo lo que pudo.
- Ya estoy de mejor humor. - Dijo con una sonrisilla al salir de su largo baño. - Creo que el Laugardagr es mi día favorito de la semana.
- Creo que el mío también. - Respondió Bragi mientras recorría con la mirada la esbelta figura de su mujer.
- No seas bobo. - Rió Idunn. - ¿Qué tal te lo pasaste anoche?
- Estuvo bastante bien la verdad, Baldur me acompañó durante casi todas las baladas.
- Ya os ví dandolo todo, aunque no conseguisteis volver a hacer que Odin se animara.
- Me enteré de que antes de entrar había estado con Loki, al parecer discutieron.
- ¿Otra vez? - Preguntó Idunn.
- Sí. Odín sigue sin dejarle pasar cuando estás tú, y ya sabes que a Loki no le gusta que le impongan reglas, y mucho menos obedecerlas.
- Tal vez debería hablar con Odín y decirle que le perdono. - Idunn bajó un poco la mirada, como si hablara más para sí misma que para Bragi. - Al fin y al cabo, fue Loki quien me rescató, quizas ya haya pagado su deuda.
Por un momento se quedó en silencio, frotándose el brazo distraídamente. La memoria de su cautiverio aún le hacía mella en el pecho, pero tampoco podía negar que fue él quien desafió a Thiazi para rescatarla.
- Haz lo que creas más conveniente, pero me preocupa que sea demasiado tarde, ya conoces lo vengativo que es Loki.
- Lo sé... - Respondió Idunn, su voz no sonaba tan firme como antes, pero no tardó mucho en recomponerse. - Tú no te preocupes, esta tarde hablaré con Odín, pero ahora debo irme, tengo que cuidar de mis manzanas. - Se acercó a Bragi con una amplia sonrisa y le tomó suavemente del rostro con sus manos. Acto seguido posó sus labios sobre los suyos y se despidió de él con un pausado y cálido beso para, posteriormente, dirigirse hacia la puerta. - Nos vemos luego, no te entretengas hasta tarde con los escaldos. - Bromeó ella.
Bragi le dedicó una sonrisa ladeada, pero antes de que pudiera responder, Idunn ya se había girado y cruzaba la puerta con paso ligero. Sus dorados cabellos danzaban por su espalda reflejando la luz matutina que se colaba por las ventanas. La observó marcharse en silencio, desde la distancia, hasta que su hermosa silueta desapareció cuando dobló la esquina del pasillo. Se sentía agradecido por tenerla en su vida.
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Idunn no tardó mucho en salir de Valhalla, recorrer el jardín y cruzar la verja Valgrind. El sol aún no estaba muy alto, pero ya bañaba con su luz las vastas praderas que rodeaban el lugar. El aire fresco, impregnado con el aroma de la hierba y la humedad dejada por la fría noche, le otorgaban una sensación de paz que la llenaban de energía. Se detuvo un momento para disfrutar mejor de ese sentimiento, respiró hondo y retomó su camino tras reconfortarse con esa calma mañanera.
Avanzó con paso ligero, apreciando la tranquilidad que se respiraba en el ambiente. Ocasionalmente, escuchaba algún bramido que emitían los ciervos que poblaban la zona, otras veces veía un halcón atravesar velozmente los cielos. Los extensos campos de flores brillaban cálidamente gracias a la luz reflejada en el rocío de sus pétalos, y de vez en cuando, se encontraba con grandes árboles cuyas hojas perladas por la escarcha nocturna comenzaban a derretirse. En la distancia, el eco de los cuernos de guerra y el entrechocar del metal indicaban que los valerosos einherjar ya habían comenzado su entrenamiento matutino, pero donde ella se encontraba, fuera de los muros de Valhalla, todo era armonía y serenidad.
El sendero la llevó hasta un pequeño arroyo de aguas cristalinas que serpenteaba entre las colinas. Se agachó junto a la orilla y sumergió sus manos en el cauce helado, disfrutando del cosquilleo que le recorría la piel con el fluir de la corriente. Tomó un sorbo y se lavó la cara, dejando que la frescura despertara aún más sus sentidos. Al abrir nuevamente los ojos, observó a un pequeño pez recorrer el río y lo siguió con la mirada, hasta que se difuminó entre las ondulaciones del agua. Se sentía feliz y plena. La perfección de aquel lugar la embelesaba, pero recordó que aún existía algo más bello que todo aquello; la creación de Odín y sus hermanos. Decidió que antes de llegar a su destino y cuidar de sus manzanas haría un pequeño desvío para visitarla, y comenzó su nuevo rumbo.
Poco a poco el paisaje comenzó a cambiar. La hierba esmeralda dio paso a raíces nudosas y troncos inmensos, con cortezas tan antiguas que parecían susurrar secretos a los vientos. Sabía que estaba cerca. Yggdrasil se alzaba ante ella, majestuoso y eterno, con enormes ramas que se extendían hasta tocar los cielos de los nueve mundos. Su inmensidad era tal que no abarcaba a contemplarlo por completo, pero a fin de cuentas no había llegado ahí para admirar el fresno, sino a observar lo que se podía ver desde él. Idunn se acercó hasta el tronco y trepó por la madera, hasta alcanzar una de sus robustas ramas, y con una sonrisa apacible, se sentó sobre ella y bajó la mirada. La obra magna de los dioses estaba frente a sus ojos.
Midgard se alzaba majestuosamente bajo sus pies. Los densos bosques de pinos cubrían el manto de la tierra, mientras que los ríos serpenteaban entre colinas y valles. Las cimas de las altas montañas nevadas eran el hogar de bestias salvajes y criaturas desconocidas, mientras que a sus pies, los gélidos fiordos servían de asentamiento para los descendientes de Ask y Embla, los humanos. Era una tierra dura y cruel, donde los peligros y la desgracia acechaban por todos lados. Recordó el origen de aquel lugar y comprendió porque emanaba una energía tan caótica. Al final del día, fue un mundo creado con violencia, un mundo construido mediante el asesinato de un ser primordial. Sin embargo, de alguna manera que no terminaba de comprender, los seres que lo habitaban habían sido capaces de prosperar dentro de ese caos. Eso era lo hermoso y majestuoso de Midgard, una tierra rodeada por un infinito mar que antaño fue sangre, y que, con el paso del tiempo, se torno de un azul tan intenso que parecía que reflejar los mismísimos cielos. Lo bello de aquella creación no era el mundo en si, sino el simbolismo que ocultaba; era el más excelente ejemplo de que tras la muerte, la vida siempre se habría paso.
Idunn amaba observar las aldeas humanas, con sus techos de paja y sus caminos de tierra. Desde la distancia no podía apreciarlo bien, pero sabía que en el interior de aquellas viviendas la vida palpitaba con fuerza. Se imaginaba el sonido de los martillos golpeando el metal en las fraguas, el aroma del pan recién horneado flotando entre las casas y los niños jugando en las calles con sus espadas de madera. Más allá de las tierras cultivadas, tras pasar las enormes olas que rompían contra las costas, preciosos barcos de vela guiados por valientes navegantes desafiaban los vientos en busca de alimento y recursos que llevar a puerto. Idunn suspiró llena de calma para sus adentros, para ella, aquellos poblados eran lo más preciado que albergaba Midgard. Y aunque frágiles en comparación con los reinos divinos, eran la prueba de que lo efímero también podía poseer grandeza.
Fue en ese momento, mientras se relajaba y distraía con sus pensamientos, cuando un fuerte viento empezó a soplar hacia su dirección. Rápidamente alcanzó un poderío de tal magnitud que hasta las ramas del gigantesco Yggdrasil comenzaron a sacudirse. Idunn no tuvo tiempo para reaccionar, intentó levantarse para alejarse del lugar, pero el viento soplaba con tanta furia que comprendió que si se levantaba perdería el equilibrio y caería hacia el abismo. Se aferró con fuerza entre los pliegues de la madera, la cual poco a poco se iba resquebrajando por culpa de las sacudidas que recibía del viento. La diosa estaba asustada, no comprendía de donde podía haber surgido aquel vendaval en un día tan perfecto. Por mucho que intentara darle una explicación no era capaz de hayar la respuesta. Y fue entonces cuando lo notó. Aquel viento, no sabía como, estaba cargado de un fuerte odio que no se doblegaría hasta provocar un daño de semejantes dimensiones.
La madera terminó de romperse y el viento cesó. Sintió como su cuerpo flotaba en el aire por una fracción de segundo antes de que el pánico se apoderara de su mente. Ni siquiera intentó gritar, el miedo la tenía paralizada. Estaba cayendo al abismo, lo único que podía hacer era ver como lo poco que quedaba de la rama en la que había estado sentada hace unos instantes se alejaba cada vez más y más de ella. De un momento para otro Midgard, que acostumbraba a tenerlo bajo sus pies, ahora se encontraba sobre su cabeza. Al mundo de los humanos lo siguió Jotunheim. Luego, Alfheim. El viento rugía en sus oidos y removía su pelo con furia. Svartálfheim fue el siguiente en dejarla atrás. Desesperada, quiso aferrarse a alguna de las ramas que brotaban del tronco hacia su dirección. Pero nada, no conseguía alcanzar nada. Las ramas no tardaron en desaparecer y el tronco se fragmentó en un sinfín de raíces que se alejaban aún más de ella. Un calor abrasador surgió desde abajo, sofocándola. Por un instante sintió que no podía respirar, pero pronto recuperó el aliento. Muspelheim ya la había dejado atrás. A continuación, todo comenzó a llenarse de oscuridad. El frío cada vez se sentía más intenso y puñaladas punzantes golpeaban sus pulmones cada vez que respiraba. Unos instantes después, tras largos minutos en caída libre, se detuvo.
La negrura la envolvía. El suelo estaba cubierto por una nieve helada. El frío se arrastraba por su piel y petrificaba sus huesos, impidiéndole caminar. La luz era una gran desconocida de aquel lugar y no podía ver nada, aunque sentía que las sombras la observaban. Sin embargo, era el silencio lo que más le atemorizaba. Un silencio tan profundo que aturdía sus pensamientos y ahogaba sus palabras. Un silencio tan pleno que le gritaba lo sola que estaba. Niflheim la había devorado por completo.
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Mi nombre es David Martinez y soy un chico de 18 años que vive en Tudela, localizada en Navarra, España. Entre mis aficiones podemos encontrar la naturaleza, el baloncesto y la mitología entre otras muchas cosas siendo esta ultima la responsable de que haga esta página web, con la intención de dar a conocer las fascinantes historias y personajes que habitan en los libros, sin necesidad que haya mitos en ellos. Además de querer incentivar la lectura, otra mótivo por el cual he creado esta página es para conservar ciertos generos que he notado que están cayendo en el olvido.
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